Usa una matriz breve: valor para el cliente, esfuerzo de implementación, riesgo técnico y aprendizaje personal. Si una opción puntúa alto en valor, bajo en esfuerzo y riesgo, y además te hace crecer, adelántala. Exige demos concretas: un prototipo en una tarde o descartada. Prefiere herramientas con documentación clara, comunidad activa y salida fácil. Si cuesta explicar por qué la necesitas, no la necesitas. La ligereza se decide apagando tentaciones, no agregando capas.
Cada dependencia introduce mantenimiento, roturas por cambios de versión y lecturas interminables de issues. Calcula también el costo de contexto: cambiar de herramienta implica reaprender atajos, depurar nuevos errores y adaptar despliegues. Reduce proveedores, consolida servicios y rechaza lo brillante pero prematuro. Elige librerías con políticas de versionado sensatas y ciclos de vida predecibles. Establece recordatorios trimestrales para actualizar con calma, no a contrarreloj. Tu tiempo es el activo principal; protégelo como oro.
Si lo hiciste dos veces, crea un script. Centraliza comandos en package.json, Makefile o Justfile, y añade validaciones mínimas. Una acción de CI que ejecuta pruebas, linters y el build te ahorra sustos nocturnos. Plantillas de issues, changelogs y releases evitan improvisaciones. Un día, un test de humo detuvo un deploy con una variable mal configurada y salvó un fin de semana. La automatización no es lujo: es seguro de tiempo para una persona sola.
Adopta un framework si te acelera rutas, estado y SSR sin volverte rehén del bundler. Svelte o Preact brillan cuando cada byte importa; Vanilla JS funciona increíble en páginas estáticas con pequeñas interacciones. Si tu producto es contenido primero, prefiere un generador estático con componentes mínimos. Cuando la UI crezca, introduce gradualmente un gestor de estado sencillo. Evita modas que requieran horas de configuración. La mejor herramienta es la que desaparece y te deja construir.
Define un sistema de diseño pequeño: tipografías, espaciados, colores y componentes básicos con variantes. Usa utilidades tipo Tailwind si te permiten consistencia y velocidad, o CSS moderno con variables y capas si prefieres control granular. Evita dependencias pesadas de UI si solo necesitas botones y formularios. Documenta ejemplos en un archivo vivo. Reducir 80 KB de CSS cambió la sensación de velocidad en una landing y duplicó el tiempo en página. La claridad visual nace de reglas simples.
Mide con Lighthouse, WebPageTest y Core Web Vitals, pero valida en dispositivos reales y redes lentas. Define budgets de tamaño para JS, CSS e imágenes, y falla el build si los superas. Prefiere imágenes responsivas y fuentes del sistema cuando sea posible. Audita third-parties trimestralmente; cada script externo roba atención. Observa TTFB, LCP y CLS en producción con un RUM sencillo. Quien mide, mejora. Quien supone, carga megabytes sin darse cuenta.
Docker es excelente cuando alinea desarrollo y producción, encapsula dependencias y evita sorpresas en el servidor. Pero si tu app cabe en un build estático o un runtime administrado, quizá sea una capa extra. Decide por paridad operativa, no por moda. Cuando uses contenedores, mantén imágenes pequeñas, define health checks y compón servicios con límites claros. Cada decisión debe reducir incertidumbre. Si no acelera y aclara, recorta sin miedo y sigue adelante.
Una pipeline eficaz corre pruebas rápidas, linters, build y despliegue condicional por rama. Cachea dependencias, falla temprano y notifica solo lo importante. Protege la rama principal con revisiones ligeras o checklists para ti mismo. Evita matrices gigantes que duplican trabajo. Los ambientes previos ayudan a validar cambios con usuarios. La simplicidad aquí paga dividendos diarios: menos espera, menos sorpresas y más lanzamientos pequeños que reducen riesgo y permiten aprender continuamente.